Entre las grandes aportaciones de la Poética de Aristóteles a la teoría literaria se encuentra el concepto de mimesis o imitación, que indica el proceso a partir del los elementos de la realidad que sirven de punto de partida para la literatura se transforman en material poético que responde a una lógica propia. Esta nueva concepción de la poesía implica una importante transformación en la forma de hacer crítica, deja de partir de normas a priori para analizar, en función de una lógica interna, la necesidad de ser así de los elementos que componen el texto. De esta forma de concebir la imitación se deriva también una concepción particular de la verosimilitud.
Dentro de este marco, las reflexiones de Aristóteles en torno a los componentes de la tragedia se tienen que entender no como una normativa establecida a priori sino como una convicción derivada de la observación de las peculiaridades de la tragedia, los fines que busca y los recursos a través de los cuales se puede lograr ésto.
No se debe olvidar que la mimesis es la imitación de las acciones humanas, según son comprendidas por una cultura y en función de una lógica universal o convencional, que es la que garantiza la verosimilitud. Según Aristóteles, la poesía imita las cosas del mundo no como ocurrieron, sino como podrían haber sucedido. Asimismo, la mimesis está ligada al problema de la recepción puesto que el placer ante la literatura se deriva del reconocimiento de aquellos elementos de la realidad que fueron objeto de imitación.
Las acciones imitadas, para convertirse en poesía, son articuladas en función de un género, que es el que determina la correspondencia y unidad entre el resto de los componentes del texto literario y su correspondencia (trama o argumento, ideas, caracteres éticos, recitado o dicción, canto y espectáculo).