Esta corriente crítica, como toda corriente de ruptura, reaccionó de forma extrema frente a las tendencias que le preceden. Así, ante tendencias que se caracterizaban por su asistematicidad, su preocupación por el significado, a veces independientemente de la forma, y su falta de aspiraciones científicas —un simbolismo que hacía de la literatura casi una religión, críticas de tipo biográfico que recargaban el peso de la crítica en el autor, al grado de olvidar la obra, y críticas impresionistas centradas en la percepción subjetiva del lector— el formalismo reacciona con modelos críticos que se centran primordialmente en la forma del texto literario, al que estudian como un sistema, un conjunto de elementos en interacción que presentan una serie de regularidades en su funcionamiento interno y a lo largo de su desarrollo a través del tiempo.
Rechazan el estudio de la literatura como un vehículo ideológico, un reflejo de la realidad social, o una encarnación de la verdad trascendental. En cambio, altamente influidos por las vanguardias literarias, definen a la literatura a partir de aspectos formales, y sus métodos se inspiran en la lingüística, tal como lo muestra la teoría de Roman Jakobson en cuanto a la función poética, para concluir que la literaturidad se define por la desviación de la literatura frente al uso normal del lenguaje, una "desautomatización" que hace que el lector se concentre y se detenga en la forma, de manera que el significado ocupa un lugar secundario en la definición del objeto estético. El primero en plantear el concepto de desautomatización fue Víctor Shklovski.
Si bien llegan a estudiar la historia de la literatura, lo hacen en términos formales, considerando la manera en que cada género o cada componente de un género se constituye en una dominante en un momento histórico y entra en tensión con otros elementos que son marginales pero vigentes en el campo literario, hasta que se produce un deslizamiento que deriva en la erección de nuevas dominantes que desplazan a las anteriores. A pesar de que formalistas como Boris Tomachevski y Yuri Tinianov señalan la importancia de estudiar la literatura en relación con otras series vecinas, otros sistemas, como el cultural, el económico o el social, sus propuestas no llegaron a ser desarrolladas en el marco del formalismo. Éstas serían retomadas por teóricos más cercanos a la sociología, como el círculo de Bajtín.
Aunque no resulta del todo exacto, Vladimir Propp es considerado dentro del grupo de los formalistas rusos. Esto se debe a la precisión y acuciosidad con que realiza sus análisis literarios, siguiendo un método inductivo que lo lleva a desarrollar un modelo general que explica el funcionamiento del cuento maravilloso o folklórico que, en algunos sentidos, sigue siendo vigente. Sus trabajos se pueden consultar en el siguiente enlace: https://isaimoreno.files.wordpress.com/2014/01/morfologc3ada-del-cuento-vladimir-propp.pdf
A Vladimir Propp no le interesó el problema de la desautomatización, más bien observa las constantes o invariantes en el sistema de un género, uno que resulta bastante estable en la tradición. Entre sus aportaciones está el concepto de función, el cual será objeto de reformulaciones por los teóricos estructuralistas para poder describir no sólo un género narrativo sino la estructura de cualquier relato.
A Vladimir Propp no le interesó el problema de la desautomatización, más bien observa las constantes o invariantes en el sistema de un género, uno que resulta bastante estable en la tradición. Entre sus aportaciones está el concepto de función, el cual será objeto de reformulaciones por los teóricos estructuralistas para poder describir no sólo un género narrativo sino la estructura de cualquier relato.
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