Este lunes revisamos los primeros
dos capítulos de El método formal en los
estudios literarios, un texto sobre el que se debate si fue escrito por el
teórico ruso Mijaíl Bajtín o por su amigo Pavel Medvedev. En cualquier caso,
ambos son ubicados en el postformalismo ruso o círculo de Bajtín.
El método formal en los estudios literarios
constituye una propuesta de análisis de la obra literaria desde los postulados
marxistas y su concepción materialista de la historia, que involucra una
metodología dialéctica (materialismo dialéctico). Desde esta perspectiva, se
trataba de construir una ciencia de las ideologías —partiendo del supuesto de
que todas respondían a una ley socioeconómica única que iluminaría el estudio
de cada área del conocimiento—, la cual abarcaría la religión, la moral, la
política, e incluso las ciencias exactas. En este marco, la literatura era
concebida también como un fenómeno ideológico que debía estudiarse —al igual
que las otras áreas—, en función de los códigos que le eran propios, los cuales
sólo se podrían descubrir si se estudiaban las estructuras de las obras
literarias y su evolución en relación con los cambios sociales.
En este marco, El método formal en los estudios literarios
constituye una dura crítica al formalismo ruso en la medida en que se asegura
que los métodos formalistas asumían que la literatura reflejaba de manera
directa las ideologías y la realidad social. En contraste, el círculo de Bajtín
propone que la literatura tiene una “realidad axiológicamente autónoma”, es decir,
que la obra literaria responde a una lógica interna que se deriva de los
códigos propios de la literatura entendida como institución (convenciones
genéricas, lingüísticas, preceptivas, círculos literarios).
Es así que la obra literaria “traduce”
el mundo en función de sus propios códigos, lo refracta, por lo que no se le
puede equiparar a un postulado dogmático y tampoco se puede considerar que lo
que se observa en la literatura equivale a la realidad en un momento histórico
determinado.
De hecho,
según El método formal…, lo que se
observa en la literatura es un fenómeno de doble refracción. En primer lugar,
la ideología funciona como un lente que refracta la realidad, lo que significa que
no percibimos la realidad tal cual es, sino que la vemos a través de nuestra
ideología, de nuestras preocupaciones, de nuestra manera particular de ver el
mundo. En el caso de un escritor, él, por lo general, no es un ideólogo que ha
sistematizado su pensamiento en una doctrina, sino que vive en un mundo de
ideologías en movimiento, está inmerso en y condicionado por ellas, y esta
imagen refractada que obtiene de la realidad, a veces confusa y caótica, otras
veces más cercana a una doctrina —dependiendo del grado de reflexión ideológica
que haya realizado el propio escritor y su época—, es la que llega a la obra
literaria, que a su vez realiza su propio proceso de refracción por medio de
los códigos propiamente literarios. La imagen producto de una doble refracción
es la que vuelve a la realidad, para completar el círculo de la
comunicación que culmina en la lectura.
Para explicar con más detalle,
pongamos un ejemplo cercano a lo que actualmente estudian los estudiantes de
tercer semestre. En la Edad Media existieron los caballeros, que era un grupo
de guerreros de élite que se encargaba de defender feudos y reinos o de
colaborar con la reconquista de territorios invadidos por extranjeros o
infieles. Sin embargo, su significado está mediado por las ideologías de manera
que la imagen del caballero ya no corresponde exactamente a su referente en la
realidad: el cristianismo convertía al caballero en un estandarte y defensor de
la cristiandad; los propios caballeros tenían un código de conducta
(evidentemente ideológico), que establecía estándares de valor entre ellos y
además definía la imagen que proyectaba la caballería ante la sociedad. Dichos
ideales, además, estaban en consonancia con una sociedad estructurada a partir
de principios nobiliarios: al concebir al caballero como un ser superior, se
tendía a reafirmar la estructura jerárquica de la sociedad.
Una vez
que el caballero es significado ideológicamente, se convierte en un ideologema. Es decir, es un signo que
se lee en función de ciertos códigos ideológicos y, por tanto, ya no equivale a
un caballero “real”. Al pasar a la literatura española, el caballero puede
representar al mismo tiempo, un ideal cristiano y una afirmación de una
jerarquía social, o puede significar sólo uno de esos elementos; pero al ser
incorporado a un texto literario, será resignificado. Será incorporado, por
ejemplo, a la narrativa propia de la novela de aventuras, de manera que la
imagen del héroe aventurero (una forma de figurar a los personajes propia de la
literatura) podrá predominar o se imbricará con la de un defensor de la
religión; de hecho, como personaje novelesco establecerá una relación amorosa
con alguna dama a la que salve en el transcurso de sus aventuras, y ello
añadirá nuevos significados al ideologema. Asimismo, adoptará un lenguaje que
no responderá predominantemente a la doctrina cristiana (aunque ésta influye en
mayor o menor medida), sino a las convenciones lingüísticas propias de la
novela de aventuras, sus discursos religiosos o nobiliarios serán subordinados o
modificados en función de las necesidades de la intriga, en una situación
ficticia. Además, la estructura novelesca, siguiendo las tendencias de la época,
tendrá una intención moralizante y eso incidirá en el comportamiento del
caballero, en su forma de relacionarse con otras personas y en el destino que
le depara la historia. En este último sentido, la intención didáctica incidirá
en la forma en que es entendido el caballero, como un modelo (o antimodelo) de
conducta, por parte del lector. De hecho, el vínculo entre caballero y dama que
establece la novela de aventuras, el del amor cortés, convirtió al caballero en
un modelo para la educación sentimental y de esta manera volvió al mundo
revestido de nuevos significados.
Paralelamente, en el texto literario se puede observar un fenómeno de reflejo. Por un lado, en el contenido literario se pueden vislumbrar algunos de los elementos del medio ideológico en el que surge. Es decir que a partir, por ejemplo, de ciertos personajes, de las relaciones que establecen, se pueden advertir valores culturales, conflictos políticos o religiosos propios del contexto en el que la obra fue escrita. Por supuesto, este medio ideológico se presenta de manera intuitiva, no estructurado a partir de una doctrina particular.
Por otro lado, la obra también refleja las bases socioeconómicas, es decir, dinámicas sociales y económicas a partir de las cuales está organizada una sociedad, y que frecuentemente se ven proyectadas en la obra literaria, por ejemplo, a partir de las relaciones que se establecen al interior del texto entre distintos tipos personajes y del lugar que cada uno ocupa en el mundo narrado.