El Arte poética o Epístola
a los Pisones, de Horacio, constituye uno de los textos que, después del
paréntesis de Aristóteles, vuelve a la actitud prescriptiva frente a la
literatura, aunque ya expurgada del carácter pernicioso que le atribuía Platón,
e inclinada claramente hacia el problema estético. Esta actitud
prescriptiva coincide con los cambios en el sistema político y el fin de la
democracia, que lleva a la concepción del ciudadano no como un participante
activo en el gobierno sino como quien debe obedecer. Es éste el momento en que
se formula explícitamente el principio de que la literatura debe instruir y
deleitar (enseñar a los hombres, por medio de un ejercicio deleitoso, a cumplir
con lo que se espera de ellos en la sociedad) el cual seguirá muy vigente hasta
el siglo XVIII.
En la obra de Horacio resulta particularmente notable el
hecho de que retoma el principio de unidad de Aristóteles y profundiza en él. También
manifiesta la conciencia de la importancia del género como determinante de los
componentes de cada texto literarios. Pero, a diferencia de Aristóteles,
Horacio resulta sumamente insistente en lo que respecta al decoro y la
moralidad que debe guardar la obra; por esta razón pone mucha más atención en
la figura del autor, alguien que, según Horacio, debe ser un hombre virtuoso y saber
de filosofía —y no es gratuito que se aluda específicamente a la filosofía
socrática—.
Quizás
lo más notable en la obra de Horacio sea el énfasis que pone en la tekné, la técnica en el pulimiento de la
obra, como definitoria del arte y por encima de la inspiración poética. También
resulta destacable la conciencia que manifiesta Horacio en torno a los cambios
lingüísticos al hablar del lenguaje adecuado a la poesía en general y a ciertos
temas en particular: no sólo alude al principio de adecuación entre lenguaje y
caracteres, sino que además menciona el valor y peligro de los neologismos, señala
la preferencia por palabras latinas sobre las griegas debido a la actualidad de
las primeras, y, sobre todo, manifiesta la conciencia de que cada palabra en un
contexto nuevo —en este caso el poético— se renueva y adquiere nuevos
significados.
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