El crítico
que estudiamos este lunes fue Murray Krieger (1923-2000), representante de la
Nueva Crítica norteamericana, quien se centró fundamentalmente en la reflexión
sobre la teoría y la crítica literaria. Fue, al mismo tiempo, defensor y
crítico de la teoría, pues señalaba sus limitaciones —su incapacidad de abarcar
por completo un fenómeno y proponer postulados de validez universal, puesto que
detrás de toda teoría hay un sujeto marcado por intereses propios y
condicionantes teórico-metodológicas—, pero al mismo tiempo advierte de su
necesidad como forma de conocimiento.
En lo que
respecta al texto literario, Krieger se caracterizó por defender la naturaleza
autónoma del texto literario, que se distingue esencialmente de otros tipos de
discurso por su naturaleza estética. A diferencia de los discursos de tipo
ideológico, moral o cognitivo, que tienden a construir generalizaciones en su
búsqueda de una coherencia en el mundo, el texto literario presenta al mundo en
su contingencia, cada suceso en su singularidad e irrepetibilidad, de manera
que lo único que se puede extraer de él es una experiencia estética.
Su
aproximación al texto literario tiene un carácter fenomenológico. Comienza por
establecer las características de los elementos que participan en el fenómeno
estético:
1) Un autor con
ciertas intenciones que se ven constreñidas por limitantes propias de su
contexto (lingüísticas, culturales, etcétera), así como de la obra que está
escribiendo (genéricas, estilísticas, etcétera).
2) Una obra
literaria que tiene una naturaleza autónoma en la que se concatenan todos sus
elementos para lograr una finalidad estética. Por la forma en que están
concatenados, esos elementos construyen un mundo independiente que sumerge al
lector y lo obliga a permanecer ahí. Asimismo, esta relación entre elementos
constituye un entramado único que da nuevos significados a las palabras, a los
objetos y seres representados, de manera que para cada obra podría escribirse
un glosario único.
3) Un lector
que tiene un contexto (social, cultural, ideológico) al que debe renunciar
momentáneamente para sumergirse en la experiencia estética. Sólo una vez que
culmina el acto de lectura, el lector vuelve a su mundo con una nueva
experiencia que amplía su visión en cuanto a las posibilidades de significar el
mundo.
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